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martes, 29 de octubre de 2013

¿Qué más necesita una persona para creer?




La falta de fe encontró aquel día una razón para alejarme del bullicio, del ajetreo diario, de las colas en los supermercados, de los cafés, de las compañías y del quehacer diario. Una solitaria piedra en primera  fila de mar, el parloteo y revoloteo de los láridos y un monólogo entre la invisibilidad y yo, como si mis preguntas y mis quejas fueran hacer escuchadas. El diálogo interno resulta ser de gran consuelo, emisor y receptor dos en uno,  el emisor lanza preguntas a la bóveda celeste y el receptor interno replica, después de todo la falta de fe no es más que una forma de remidimirse, la confirmación a la carencia y falta de sentido, la falta de fe puede lenificar los sentidos, ella no lo sabe pero tiene hambre de creer.

Después de un tiempo de intercambio de intercomunicación fluida con el destinatario invisible, la vista se clava en el en el horizonte de sucesos  y en pleno colapso se vislumbra una manada de delfines, saltando y cruzando de un extremo a otro el ancho mar, no tendría nada de especial si no fuera porque nunca los vi pasar por aquí, abro los ojos de la razón que dicta sentencia, una maravillosa casualidad.

Pasados unos días la falta de fe regresa al mismo  lugar donde encontró una duda para volver, estamos y somos los mismos, sigo con mi diálogo interno, lanzo un paquete de preguntas a la invisibilidad y al cabo de unos minutos una pareja de delfines aparece nadando y saltando cerca de donde me encuentro.¿Casualidad? o ¿la respuesta a mis preguntas?, cierro los ojos de la razón y abro los ojos del corazón ¿Qué más necesita una persona para creer?.