miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pescar y su equivalencia



      Es curioso el paralelismo que  puede existir entre pescar e ir en busca de un sueño.



Primero eliges un lugar en la costa donde poder pescar, luego apuntas con el ojo de la intuición aquella parte del mar donde crees que picarán los peces, ligas al anzuelo una carnada tentadora al gusto y al olfato de los peces, lanzas la boya  que se desprende y  viaja lejos del carrete y luego recoges un poco para que el nailon se tense. 

Pescar es también una forma de meditar, tu atención es exclusiva para la boya, sabes que la más mínima distracción te puede hacer errar, buscas un lugar cómodo para esperar y disfrutas mirando como el mar la invita a bailar. El secreto de la pesca recide en no perder la fe de que se va a pescar y por eso el pescador suelta junto al anzuelo y con cada lance grandes dosis de paciencia, perseverancia y emoción.

Depende del gusto de cada pescador que peces quiere o que peces devuelve de nuevo al mar, también existe la posibilidad de que nada se haya pescado, sin embargo ante esta posibilidad uno regresa al hogar con sentimientos de complacencia y un vacío cómodo producido por la entrega. 

Tiene su equivalencia, con la pesca del cardumen de sueños que bogan por las aguas de la vida a la espera de ser capturados.



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