Aquellos ojos marrones
Con paso firme pero ralentizado, el tiempo se esfuma
por las suelas de mis zapatos.
A lomos de la colina,
la tierra me brinda una bien llegada,
A lomos de la colina,
la tierra me brinda una bien llegada,
No estoy sola, en ella,
aquellos pequeños ojos marrones que me atraviesan.
Fijada al estrato, con vehemencia
me aspiro con un humilde hálito,
mientras mis pupilas se cunden tramando
el alumbramiento de algún misterio.
La cadencia de mi corazón apresurado,
no encuentra ronzal que lo aplacaque,
Adivino que los latidos de la vida
están numerados, compendiados en un tris.
Vibro con la amplitud de mis vasos sanguíneos
irradiándome,
abriéndose al espacio, recorriéndome,
creando nuevos fluviales.
Medito la muerte, negando poder a la huída
llevo a la memoria lo esencial
el axioma de la vida.
el axioma de la vida.
Aquellos ojos marrones marchaban,
aquellos pequeños ojos marrones
mostraban el camino,
el valor
mostraban el camino,
el valor
que esconde un instante.