jueves, 5 de diciembre de 2013


                                                                               Vengo de encontrarme, 
                                          llego de perderme.


          Escudriñé las babilónicas montañas ateridas de dos
               mundos, encumbré sus cimas y en ellas me coroné,
           vivaqueé bajo sus faldas orgánicas,
           salpicadas de tornasoles silvestres.

    Fecundé la linfa de los ríos,
       me diluí en su misterio, contemplé como la
             resistencia naufragaba y reflotaba una y otra vez.

             Liberé mis crines de lazadas, complacido el viento,
              peinó y desgreñó; mi camarilla, retozamos
           juntos y abrazamos el "quién ganará" sin vencedor.

                Toqué en las cuerdas de la memoria del éter, me deleité
                con sus polifonías, me reconvertí a intérprete. 
                Aguardé al trance vívido, al instante suspendido que
                retiene. Me rememoré.

               Vagué entre los vetustos senderos de mil tiempos,
               con la eternidad abreviada en un suspiro.Tramador de
              esencias, me hilvanarón el ánima con sustancia y terneza.

               Vengo de encontrarme, llego de perderme, 
                vuelvo... al lugar donde la materia y el verbo
               cobró sentido. 
                                            
          
Por Mar M.J


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pescar y su equivalencia



      Es curioso el paralelismo que  puede existir entre pescar e ir en busca de un sueño.



Primero eliges un lugar en la costa donde poder pescar, luego apuntas con el ojo de la intuición aquella parte del mar donde crees que picarán los peces, ligas al anzuelo una carnada tentadora al gusto y al olfato de los peces, lanzas la boya  que se desprende y  viaja lejos del carrete y luego recoges un poco para que el nailon se tense. 

Pescar es también una forma de meditar, tu atención es exclusiva para la boya, sabes que la más mínima distracción te puede hacer errar, buscas un lugar cómodo para esperar y disfrutas mirando como el mar la invita a bailar. El secreto de la pesca recide en no perder la fe de que se va a pescar y por eso el pescador suelta junto al anzuelo y con cada lance grandes dosis de paciencia, perseverancia y emoción.

Depende del gusto de cada pescador que peces quiere o que peces devuelve de nuevo al mar, también existe la posibilidad de que nada se haya pescado, sin embargo ante esta posibilidad uno regresa al hogar con sentimientos de complacencia y un vacío cómodo producido por la entrega. 

Tiene su equivalencia, con la pesca del cardumen de sueños que bogan por las aguas de la vida a la espera de ser capturados.



domingo, 17 de noviembre de 2013

Noción espacial



Andrea cumplía años y su mala pata quiso que no olvidase. La semana anterior mientras asistía al campeonato de fútbol sala de su pueblo, donde jugaba su hijo, en una de las faltas que el colegiado del partido había pitado, Andrea entró en cólera, se levantó de su asiento y antes de que su lengua empezase  a escupir improperios , se resbaló y calló, se fracturó el tobillo por tres partes, nunca creí que un tobillo diera para tanto, no era la primera vez , a lo largo de sus cuarenta y tantos, era la sexta pata rota, su incapacidad y la disponibilidad de disfrutar de tanto tiempo libre, también la habían hecho caer en una depresión.

En la tienda de maquetas encontré gran cantidad de artículos donde elegir, era el lugar perfecto, armar una maqueta requiere de tiempo, paciencia y templanza, el bálsamo perfecto para una pierna tronchada.

En el tercer pasillo, al fondo, girando a la izquierda, en la tercera estantería  descubrí un anhelo olvidado por el tiempo, unas maquetas del transbordador Columbia y Discovery yacían dispuestas para el despegue, no era el regalo más apropiado para la persona en cuestión,  pero mi apetito cosmoespacial se destapó. Clavada  frente a la estantería  como una aférrima creyente que idolatra sus  imágenes, mi imaginación y yo nos unimos en cuasi perfecta comunión. 

El saltó cuántico me teletransportó, había encontrado un lugar cómodo en la ingravidez,  me hallaba en la órbita de un planeta de una región extrasolar. Mi misión consistía en recoger y analizar unas muestras de un planeta llamado PRocyon.
Mi vehículo espacial estaba dispuesto  para aterrizar pero las pertubaciones gravitatorias y las fuertes tormentas de arenisca que azotaban el planeta, dificultaban  la maniobra de descenso.

En plena misión espacial el sonido de un homínido me desvió de mi trayectoria  y me hizo regresar forzosamente al planeta tierra, bajar así, de sopetón del tremendo viaje de éxastis no sienta bien ni a los mejores instruidos en la materia, era la dependienta, hablándome de no se qué maqueta, le dí las gracias y musité la ley de la relatividad de Einstein, pude dar fe de ella.

Después de todo andar en las nubes era lo que menos necesitaba mi amiga, pensé que lo mejor era que tuviera ambos pies bien anclados en la tierra y mi breve viaje espacial  me había proporcionado una idea, le compré un rompecabezas, edición especial, con 10.342 piezas para que mejorara su percepción espacial y así darle un mejor partido a su motricidad mal trecha, yo continue con mi periplo, aquí en la tierra...mm ¿?.


 

lunes, 11 de noviembre de 2013

Rey del éxodo


La  tierra tiembla, sucumbe resignada, estalla con exaltación,  cómplice, debota, arrebatadora y sustentadora de vida en la estampida. 

Miles de cabezas conectadas al movimiento, patas y pezuñas  conjuradas se aglutinan en la declaración del norte, se compromenten con la sangre, con el instinto, con la patria tundra, tierra baldía, llanura de carencias y posibles.

Es la consonancia con la naturaleza, el destino incorpóreo y errátil tras su  leyenda, vivir es morir, porque morir, también significa vida.

Itinerario salvaje, se memoriza y se repite, es el trueno en la tierra probando y llevando al límite la resistencia, es el poder del errante, el numen, el aliento encarando fuerzas superiores, ávido de frío, zancada profunda, imparable y pétrea, nada te detiene.

Rey del éxodo, sobre tu cabeza alzas con pundonor la cornamenta , dispuestas a recoger con sus brazos ramificados, las fuerzas cósmicas de la naturaleza  y la sabiduría.





lunes, 4 de noviembre de 2013

Estación en Hawes






La estación de otoño no espera al invierno en Hawes, los primeros copos de nieve hacen acopio en la mañana, atraen el frío y repelen cualquier manifestación de vida, incluso atrapan y paralizan a los pocos lugareños que habitan en esta pequeña aldea extraviada, el manto y el follaje verde han renovado el color de su tapizado por el blancuzco, el balar constante y sostenido de las ovejas ha cesado y ha dado una pequeña tregua a mis oídos cansados, la caudaloza cascada Hardraw Force ha ralentizado su sonido ensordecedor, el viento sepulcral y el trino de algún pájaro descocado parece que son los únicos atrevidos, ni siquiera los asiduos visitantes, aventureros y amantes de la naturaleza salvaje se muestran.

En plena estampa congelada, la chimenea de mi pequeño cottage parece que es la única que da señales de vida. Todo está preparado, después de 3 largos meses de duro trabajo, toca retorno, volver sobre los pasos de origen.

El recibimiento otoñal simplifica la despedida, más de 90 días sellados y conservados en la nieve, solo los besos y los abrazos de afecto se muestran cálidos y llenos de savia, incluso en condiciones meteorológicas adversas. 30 millas de distancia en carretera me separan de la estación de trenes en Hawes y ella como el otoño, tampoco espera.


martes, 29 de octubre de 2013

¿Qué más necesita una persona para creer?




La falta de fe encontró aquel día una razón para alejarme del bullicio, del ajetreo diario, de las colas en los supermercados, de los cafés, de las compañías y del quehacer diario. Una solitaria piedra en primera  fila de mar, el parloteo y revoloteo de los láridos y un monólogo entre la invisibilidad y yo, como si mis preguntas y mis quejas fueran hacer escuchadas. El diálogo interno resulta ser de gran consuelo, emisor y receptor dos en uno,  el emisor lanza preguntas a la bóveda celeste y el receptor interno replica, después de todo la falta de fe no es más que una forma de remidimirse, la confirmación a la carencia y falta de sentido, la falta de fe puede lenificar los sentidos, ella no lo sabe pero tiene hambre de creer.

Después de un tiempo de intercambio de intercomunicación fluida con el destinatario invisible, la vista se clava en el en el horizonte de sucesos  y en pleno colapso se vislumbra una manada de delfines, saltando y cruzando de un extremo a otro el ancho mar, no tendría nada de especial si no fuera porque nunca los vi pasar por aquí, abro los ojos de la razón que dicta sentencia, una maravillosa casualidad.

Pasados unos días la falta de fe regresa al mismo  lugar donde encontró una duda para volver, estamos y somos los mismos, sigo con mi diálogo interno, lanzo un paquete de preguntas a la invisibilidad y al cabo de unos minutos una pareja de delfines aparece nadando y saltando cerca de donde me encuentro.¿Casualidad? o ¿la respuesta a mis preguntas?, cierro los ojos de la razón y abro los ojos del corazón ¿Qué más necesita una persona para creer?.


miércoles, 23 de octubre de 2013

El charco de la cruz







Desde el mirador con vistas al océano observo como el cielo ha abierto sus cortinas de par en par al azul intenso, aún no ha llegado nadie al sitio donde buceo. Atajo camino  por el desfiladero, donde cohabitan  aloe veras, hierbas secas y la tierra sazonada con  el salitre que vierte el alisio marinero. Busco un lugar entre las piedras con mi maleta a cuestas, cerca de la orilla encuentro un recoveco, me deshago de la mochila y de mi ropa, me coloco las tiras de mi bañador y las alineo con las marcas que tiene mi cuerpo del moreno, no pierdo el tiempo, me  pongo a recolectar lapas, burgados y cangrejos y hago un recuento. Papá asoma por la vereda empinada del camino estrecho,con su caña de pescar y su sombrero de paja deshilachado y amasado por las horas de pesca, acomoda su trasero en la montaña de piedras encrespadas ojeando el mar y el tiempo, asiente con su cabeza y me da el visto bueno, llego a la frontera donde el mar establece los límites y dicta las condiciones, donde la piedra ni se retrasa, ni se apresura, no retiene,  escucho los sonidos candentes del agua, me magnetizan, es la llamada del mar que reclama a su hija. Analizo el muro de musgos y algas verdes que tengo en frente es un indicador de profundidad elocuente, me lo pienso, de cabeza, de bomba o de plancha, la primera opción me convence, inhalo una gran bocanada de aire que contengo en mi pecho,  junto las plantas de mis pies y cojo altura con las puntillas de mis dedos, flexiono piernas, salto, tomo altura y me sumerjo, ya estoy dentro, el impulso me lleva lejos, como un torpedo con alevosía hacia mi objetivo surco las profundidades del océano, profundidad 5 metros, velocidad 4 nudos y con alcance de 30 metros, se me olvida el tiempo, el aire me avisa y me habla de falta de aliento, no cedo, persevero, llegaré , se que llegaré al otro extremo, procuro mis últimos coletazos y alargo mi brazo fatigado por el esfuerzo, toco la piedra, toco el extremo y emerjo, como un recién nacido que sale del vientre de su madre respiro con dificultad y gimoteo, me recupero, subo a la piedra y toco la cruz de hierro, anclada con el cemento.




lunes, 21 de octubre de 2013

Mi abuela



Con el tiempo justo pisándome los pasos  salgo de camino a la escuela, a media travesía está la casa de mi abuela. Desde los 30 metros diviso su figura delgaducha, su vestido de color negro, guardando  luto desde hace mucho tiempo, revestida  de un áurea divina que la envuelve desde la coronilla hasta los pies, su pelo blanco ajado, acordonado a modo de guirnalda lo sujeta con su traba de madera barnizada  con los colores sobrios propios del invierno.

Con dos palmos menos me llega a la altura de mi entrecejo, pequeña abuela  trancada por el paso de los años, su rostro está esculpido  con las gubias del tiempo, cada vez que me ve llegar de lejos  su expresión se vuelve raya, recta, lisa y estría, es entre líneas como dibuja en su cara el gozo y la alegría contenida ,sus ojos centelleantes en contraste con en el oscuro invierno me dan la bienvenida, se  hacen  atalaya, me lleno de sosiego, ya se que sigo el camino correcto  al colegio. 

Sentada en su trono de madera de pino y flanqueada a  ambos  lados por dos ventanas que siempre están abiertas,  allí está mi abuela  con su alma añeja,  dos besos en la ida y dos besos en la vuelva,  ya suman cuatro junto a la contraseña:
- "Adiós abuela!",
- "Adiós mi niña!".